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martes, 31 de marzo de 2015

Naciones Unidas reconoce el derecho a compartir [Derechos de Autor]




El  último informe presentado por la relatora especial sobre derechos culturales de la ONU aporta una perspectiva de derechos humanos a la discusión sobre derecho de autor.

No es un ningún secreto que las leyes sobre copyright suelen velar por intereses que no necesariamente corresponden con la persona del autor, sino más bien con las empresas titulares de los derechos de sus obras. Así lo reconoció también la Organización de Naciones Unidas, en su informe anual sobre derechos culturales, a cargo de la Relatora Especial Farida Shaheed, recientemente presentado en Ginebra.

El informe anual sobre derecho a la cultura aporta una visión de derechos humanos a la discusión sobre derechos de autor.

Dando un paso histórico, el documento aborda los derechos de autor desde una perspectiva de derechos humanos y contiene conclusiones y recomendaciones iluminadores sobre aspectos importantes que son desatendidos cuando la discusión se aborda fundamentalmente en términos comerciales: la función social y la dimensión humana de la propiedad intelectual, los intereses públicos que están en juego, los intereses del autor como persona natural, las consideraciones especiales que deben tener los grupos vulnerables o marginados, entre otras.

El informe tiene una influencia clara de “Los principios del derecho a compartir”  desarrollados por la organización Article 19, que buscan compatibilizar la protección autoral con el derecho a la libre expresión y el fomento de la circulación de las ideas, el conocimiento y la cultura; parte de una discusión amplia y prolongada entre diversas voces interesadas en el tema.

Dentro de los muchos puntos interesantes que contiene el reporte, destaca el análisis de las medidas propuestas por los interesados en detener la piratería digital, que incluyen la denegación de acceso a Internet, el bloqueo de sitios web, el establecimiento de indemnizaciones por daños y perjuicios o multas y sanciones penales por infracciones no comerciales. Ninguna de ellas considera los derechos humanos potencialmente vulnerados por su implementación y atienden, más bien, a proteger los intereses económicos de las entidades que son titulares de derechos de autor.

El documento hace hincapié en que no hay que suponer que las empresas titulares de derechos representan los intereses de los autores y que, dado el desequilibrio de conocimientos jurídicos y capacidad negociadora entre los artistas y sus editores y distribuidores, los Estados deben proteger a los artistas de la explotación en el contexto de la concesión de licencias de derechos.

Por otra parte, el informe indica que la participación en la vida cultural debe reconocer la necesidad de crear un “espacio cultural común”, al que las personas puedan acceder para nutrirse de ideas y poder recrearlas, haciendo un guiño de reconocimiento a la importancia del dominio público, cuya protección es uno de los pilares fundamentales del derecho a compartir y de la cultura colaborativa presente en el proceso creativo.

El informe hace una mención especial sobre la importancia de Creative Commons y las licencias abierta para el desarrollo de la ciencia. CC BY (Creative Commons)

Sobre este punto, destaca la mención a los sistemas de licenciamiento abierto, como Creative Commons, y su importancia particular en el desarrollo del conocimiento científico y académico. El informe señala que el modelo de difusión de acceso restringido hoy imperante limita la posibilidad de compartir los conocimientos, dificultando “el establecimiento de una comunidad científica verdaderamente mundial y colaboradora”.

Otro aspecto importantísimo mencionado en el texto dice relación con los instrumentos internacionales de propiedad intelectual, “incluidos los acuerdos comerciales”, los que deben negociarse de forma transparente, propiciando la participación y los comentarios del público.
Es imposible no leer esta proposición bajo la escasa luz con la que se han llevado a cabo las negociaciones del Acuerdo Transpacífico, un tratado de libre comercio multilateral, discutido con absoluto hermetismo por 12 países – incluidos Chile, Perú y México- y que amenaza fuertemente con aumentar el estándar internacional de restricciones sobre derecho de autor.

El reconocimiento que Naciones Unidas hace del derecho a compartir representa un importante logro, que podría significar el comienzo de un nuevo paradigma que desafíe la visión tradicional y comercial de los derechos de autor, y la encause como un instrumento de desarrollo cultural verdadero.

domingo, 10 de agosto de 2014

Mil millones de platos vacíos




Caparrós, etnógrafo. Sus viajes de casi una década, para una serie de informes de Naciones Unidas, deparan esta crónica monumental sobre la marea de hambrientos del mundo -tan lejana de lo que aquí llamamos hambre. Sergio Chejfec, narrador de su generación y amigo desde los tiempos de la revista Babel, analiza el rompecabezas de su obra.

El hambre ha sido, desde siempre, el motor de cambios sociales, progresos técnicos, revoluciones, contrarrevoluciones. Nada influyó más en la historia de la humanidad. Ninguna enfermedad, ninguna guerra mató a más gente. Todavía ninguna plaga es tan letal y, al mismo tiempo, tan evitable. Yo no lo sabía”. Quien así escribe es Martín Caparrós, que acaba de publicar un libro de más de seiscientas páginas sobre el hambre en el mundo. En este trabajo confluyen todas sus facetas: el investigador, el escritor, el viajero, el etnógrafo, el cronista. Ese cruce de disciplinas, ese borramiento de fronteras textuales, no es nuevo para él y podríamos decir incluso que está en el centro mismo de su sistema nervioso. Arrancó como periodista de muy joven y entendió rápidamente que su campo de operaciones era nada menos que el mundo entero. Participó en algunos hitos mediáticos culturales de la vuelta a la democracia, como el programa de radio “Sueños de una noche de Belgrano” y, en televisión, “El monitor argentino”, ambos con su coequiper de entonces, Jorge Dorio, con el que hacían una dupla de enfants terribles de la modernización aperturista. Fundó también con Dorio la influyente revista literaria Babel. Más adelante le llegó la hora a otro de sus proyectos de largo aliento, el libro La voluntad, en tres tomos, una historia oral de la militancia política argentina en los 70, en colaboración con Eduardo Anguita. En los últimos años, además, ha sido una de las voces más críticas del kirchnerismo. Desde su blog “Pamplinas”, hasta hace poco absorbido en el diario El País, de España, intervino sobre debates coyunturales, como también lo hizo con su libro Argentinismos, que recoge desde su título lo que considera deformaciones nacionales. Grafómano incansable, nunca dejó que estos proyectos interrumpieran su ficción, que ya supera las tres mil páginas.
Para El hambre, Caparrós recorrió medio mundo, una vez más, para relevar ahora las estructuras de lo que quizá sea el problema clave de nuestra época. A lo largo de sus páginas, se distingue un nosotros de la reflexión (que excluye al hambriento) y un nosotros de la crónica (que a su manera y con inexorable distancia, lo incluye e interpela). Ese es el puente que erige el texto.
El volumen tiene un espíritu de denuncia, de panfleto alarmado. Así, desarma mitos o ideas arraigadas alrededor del tema. Por ejemplo, asegura que el hambre en la región de Sahel, en el centro de África, no es estructural. Incluso, comparando los diferentes capítulos, caemos en la cuenta de que el hambre en esos países no es consecuencia directa de la pobreza d recursos en esos países. Como enfatiza el autor, Níger (país ubicado al noreste de Nigeria) tiene, por ejemplo, grandes reservas de uranio, uno de los minerales más codiciados para la producción energética, que son explotadas por una empresa estatal francesa. El canon que pagan por ello es insignificante para el tesoro nacional e imperceptible para la población nigerina. Pero la investigación también desmiente otra creencia demasiado extendida, según la cual los países desarrollados han alcanzado la modernidad sencillamente gracias a que hacen las cosas bien... Son capaces, por ejemplo, de destruir un banco de reserva de granos para hacer a los pueblos más dependientes, a costa del hambre.

Por otra parte, este no es un libro suelto, caído del cielo justo en el interior de la biblioteca Caparrós. En los últimos dos años viene de publicar Comí , una novela de ecos autobiográficos y hedonistas que gira en torno al placer de la gastronomía, y editó también en España Entre dientes , pequeño tratado gastronómico o de “crónicas comilonas”. Con ambos volvió a sus primeras armas en el periodismo, la crítica de delikatessen en la revista Cuisine et vins, que dirigía Miguel Brasco. Los tres juntos pueden formar, para el propio Caparrós, una especie de “trilogía perversa”.
Contanos cómo surgió este libro.
En 2005 me propusieron hacer un trabajo raro, para el Fondo de Población de Naciones Unidas. Consistía en armar una publicación sobre el estado de la población mundial. Tenía que escribir diez historias de vida de jóvenes en relación a un problema distinto cada año: Inmigración, Cultura, Cambio climático, Educación sexual y reproductiva, y otros más. Me llevó por todo el mundo. Tuvo dos efectos para mí ese laburo. Uno fue terminar de interesarme en una forma global de pensar los problemas. De ahí salió Una luna, que tiene que ver con la inmigración; Contra el cambio , sobre el cambio climático. El otro efecto que tuvo fue el de hacerme notar que detrás de todos esos casos había gente que no comía lo suficiente. Ese es el origen de este libro, que hice por mi cuenta, con independencia de ese ámbito.

Uno de los casos más dramáticos que tomás es el de Níger, en Africa central. ¿Cómo es el encuentro con esa realidad tan extrema?
A Níger fui tres o cuatro veces en los últimos años. Es un lugar que me impresionó por muchas razones. En temas de desnutrición es uno de los lugares más pesados, porque es una desnutrición totalmente regular. Todos los años, cuando llega el mes de agosto, se acaba la cosecha de mijo que han levantado en octubre, y no tienen más. Quedan esos meses que los franceses llaman soudure (la soldadura) y los ingleses hunger gap (brecha de hambre). Es una situación increíble porque se repite todos los años, en un país que por un lado es muy pobre y, por otro, tiene las segundas reservas de uranio, sólo que las explotan chinos y franceses, sin que quede nada en el propio Níger.

¿Cuál es el impacto en el escritor al ver a un semejante inmerso en esa situación límite?
Tiene algo que casi da vergüenza decir; existe una dignidad humana en la pobreza extraordinaria de esa región. No se trata de la miseria del conurbano, donde todo es dramáticamente sucio y miserable. Hablo de una pobreza tan ancestral que se sostiene con un porte distinto. Pero me gusta pensarlo como el encuentro con gente radicalmente diferente, que es uno de los grandes atractivos que tiene hacer este trabajo. Estamos demasiado acostumbrados a encontrarnos con nuestros semejantes más íntimos, y estamos totalmente desacostumbrados a encontrarnos con los distintos. El mundo está organizado para que no tengamos nunca esa experiencia, para que creamos que todo es más o menos como lo conocemos; entonces, basta con que de vez en cuando miremos un documental en la tele como para reafirmar la distancia.

Leyendo El hambre, da la impresión de que, si bien recorriste medio mundo, muchas de esas historias se repiten en su dinámica.
Sí. Lo que traté de hacer es que cada uno de los lugares pusiera de algún modo en escena algunos mecanismos de la desnutrición. Por ejemplo, el caso de Níger, donde la desnutrición parece estructural, hasta el caso de Madagascar, donde el problema es la apropiación de tierras a manos de grandes empresas provenientes de los países más ricos. Eso, pasando por todo un largo recorrido que incluye a la Argentina y las familias que viven de la basura del Ceamse, en José León Suárez, donde lo que quería poner en escena era la idea de la desnutrición en el país de la abundancia de alimentos, es decir, la distribución como razón básica.

¿Pero cuando decís “el hambre en Africa”, estás nombrando el mismo fenómeno que cuando decís “el hambre en Chaco”?
Eso es interesante, porque en general ya no existe la hambruna clásica, esa que veíamos por televisión, la imagen de un chico con el vientre inflado y flaquísimo. O existe en casos de guerra o cataclismo natural. La mayor parte tiene que ver con un proceso mucho más lento y continuado, y por eso mucho más indignante. La idea de no poder alimentarse todos los días, como es necesario. En la India, el país con más desnutrición del mundo, es aún peor porque existe una adaptación de millones de personas a una alimentación insuficiente. Quizá no se mueren pero no terminan de desarrollarse y viven toda una vida en condiciones paupérrimas.

¿Cuando en Argentina se habla de desnutrición, entonces, de qué se está hablando?
En general, se trata de un sector cada vez más afirmado que come cada vez peor. Hay un estudio de la antropóloga Patricia Aguirre que trabajó sobre las dietas de los argentinos en los últimos ochenta años. Encontró que hasta los ‘70 casi toda la población argentina comía la misma proporción de carnes, verduras, hidratos de carbono y demás. Después eso se va diferenciando y se va constituyendo una forma de alimentación de los más pobres que es cada vez más carente de todos los nutrientes necesarios, cada vez más consistente en grasas e hidratos de carbono. Alimentos que llenan y son baratos. Eso confirma que desde los ‘70 la injusticia fue creciendo.

¿A quién puede convenirle que haya 900 millones de hambrientos?
Mira, es una de las cosas que más me sorprendieron en este trabajo: esa cifra coincide bastante ajustadamente con las personas que le sobran al capitalismo. Lo cual es un error para el propio capitalismo, pensado incluso desde su propia lógica, porque necesitás poder usar todos los recursos que tenés, y el sistema no sabe cómo usar a todas esas personas. Entonces las tiene ahí tiradas, sin rol, sin necesidad. Cualquiera que fuera un poco honesto te diría que a todos les conviene que se mueran, porque no sirven para nada pero complican las cosas. Te asustan un poco porque de tanto en tanto saltan una verja y tratan de meterse en el patio de atrás de tu casa... Y además, de vez en cuando las campañas de prensa, la culpa o el Papa molestan, y entonces les tenés que mandar una bolsa de granos, tratar de que no se te mueran demasiado en directo. Yo no creo que lo hagan a propósito, por el sólo hecho de que no les sirvan. Me parece, más bien, que es un error del sistema, y no saben qué hacer con eso.

Sos un conocido sibarita, amante de la buena comida, incluso trabajaste como crítico gastronómico. ¿No te resultó contradictorio con este libro?
Sí, y todavía no sé bien cómo resolverlo. Es obvio que para que uno se coma un buen salmón de Noruega, con alcaparras que vienen de España y un arrocito blanco de Tailandia (algo sencillo), tiene que ponerse en marcha un mecanismo económico y de mercado que es el mismo mecanismo por el cual millones de personas no comen. Si el arroz ese no se pudiera exportar en los países de origen, Tailandia o Madagascar, costaría probablemente tres veces menos. ¿Qué hacés con eso entonces? No sé. Por otro lado, es cierto que compartimos culpas, pero que esa generalización de las culpas no puede significar la dilución de los que tienen infinita más responsabilidad que uno: aquellos que se llevan miles de toneladas de granos y dejan suelos exhaustos para producir alimentos, o quienes saquean los minerales de un país extranjero y son capaces de inducir un golpe de Estado si no encuentra complicidad de quienes gobiernan esos países pobres.

Al leer este libro pensamos que podía considerarse una versión de “Los condenados de la tierra”, de Franz Fanon. En el prólogo de ese libro, Sartre se pregunta a quién le está hablando Fanon, y responde que sin duda no era a los europeos, sino que estaba llamando a la rebelión a sus compatriotas. ¿A quién le estás hablando vos?
Ojalá... Hacia el final del libro de algún modo discuto eso, porque la gente que sufre esto que yo cuento, no lo va a leer. ¿Quiénes estamos conversando sobre esta cuestión entonces? Lo que trato muy epidérmicamente es el tema de para qué sirve una vanguardia. En algún sentido son aquellos que tratan de pensar por fuera del orden establecido. Pero por otro lado, pensar por fuera del orden establecido te da un poder que es lo que hizo que se jodieran todos los movimientos políticos, desde fines del siglo XIX hasta hoy.

Un fenómeno como el hambre, ¿justifica la violencia política?
“Justificar” es una palabra tramposa, porque ¿quién es el juez? Mi problema con esta cuestión es que en general esta hambre crea más una violencia social que una violencia política. Una violencia desarticulada, sin proyecto, que se agota en sí misma. Si esa violencia fuera portadora de un proyecto que permitiera acabar con el hambre, a mí me parecería sensato.

¿Este trabajo te llevó a releer tu experiencia de los ‘70, que abordaste en los tres tomos de “La voluntad”? Viéndolo en retrospectiva, a partir de “El hambre” nos podríamos preguntar si la violencia política, con todos sus defectos, finalmente no tenía un sentido, truncado por el triunfo del neoliberalismo.
Por supuesto que tenía un sentido, pero tenía también una cantidad tan grande de errores que se desvirtuaba ese sentido. Esto que decíamos acerca de que las vanguardias políticas se creyeran portadoras de toda la verdad y se sintieran autorizadas a cualquier acción en función de eso. Eso produjo desastres por todos lados. Pero abriéndonos del tema de los años ‘70, muchas veces la violencia política tiene sentido. El problema es cómo se articula y en función de qué. Nadie vendría a decir ahora que San Martín tenía que haber ido con una banda de Hare Krishnas tocando las panderetas. Se supone que estamos todos de acuerdo con esa violencia política. No se trata de un valor absoluto.

Hace casi dos años que vivís en Barcelona. ¿Te fuiste por algún tipo de exilio cultural?
No, ¡tengo demasiado respeto para las palabras para decir que se trata de un “exilio”! Primero, me fui porque me parece que de vez en cuando hay que vivir en otros lugares. Descubrí hace unos años que puedo hacer mi trabajo desde cualquier parte del mundo. Aunque, es verdad, también me parecía que el clima en la Argentina estaba innecesariamente caliente. Y , ¡ojo!, a mí me parece bien que haya confrontaciones cuando se están jugando cosas importantes para la estructura de un país. Pero acá todo sigue muy parecido a sí mismo y parece, sin embargo, que vivimos al borde de una revolución. Es un despilfarro de energía. Vale la pena pelear cuando hay algo por lo que estás peleando. Por el contrario, solo vemos grupos de poder que se gritan unos a otros y nos hacen creer que están cambiando algo de la estructura argentina, cuando no está cambiando nada.

Como varios de tu generación, has tenido amigos que en los últimos años piensan muy distinto a como pensás vos la política. ¿Cómo te lo explicás a vos mismo? Pensemos en tus pares, como Dorio, hoy conductor de 678, o Anguita, director del diario Miradas al sur.
No me parece tan raro que uno piense cosas distintas en distintos momentos de su vida. Me puede doler en algún momento si eso me priva de pasar un buen rato con un amigo. ¿Por qué raro determinismo debería uno pensar lo mismo que hace veinte años? Por otro lado, no consigo creerme mucho las discusiones de estos últimos años. Y por eso este libro es un gesto político también frente a esto. Este libro es un modo de decir “hay problemas, como el hambre, que son mucho más pesados y urgentes que tu chicana”.

Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/politica-economia/Martin-Caparros-El-hambre-entrevista_0_1190280991.html

lunes, 9 de julio de 2012

Ya es un Derecho Humano la Libertad de Expresión en Internet


El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, compuesto por 47 estados, reconoció, por primera vez, el derecho de las personas a la libertad de expresión en Internet y pidió a los gobiernos que lo protejan.

El texto fue adoptado a pesar de la oposición de países como Rusia e India. El texto fue presentado por Brasil, Estados Unidos, Nigeria, Suecia, Túnez y Turquía, citó Efe.
En un comunicado la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, celebró una "resolución importante que estipula claramente que todos los individuos tienen los mismos derechos humanos y libertades fundamentales, estén en internet o en el mundo real". Clinton juzgó "alarmante el aumento de casos de censuras gubernamentales o de individuos perseguidos por lo que hacen en internet, a veces con un simple 'tweet' o un mensaje de texto" por celular.

El texto, respaldado por 83 Estados, afirma que los derechos que se aplican de forma tradicional, en particular la libertad de expresión, deben estar protegidos también en internet, a través de cualquier medio e independientemente de las fronteras.

La resolución pide además a todos los Estados que promuevan y faciliten el acceso a Internet y la cooperación internacional para facilitar el desarrollo de los medios y las comunicaciones en todos los países.

"Este resultado es trascendental", dijo la embajadora de Estados Unidos, Eileen Donahoe, cuyo gobierno patrocinó la iniciativa junto con Brasil y Túnez, según un despacho de la agencia privada española Europa Press.
"Es la primera resolución de la ONU que afirma que los derechos humanos deben ser protegidos en el ámbito digital, y promovidos en la misma medida y con el mismo compromiso que los derechos humanos en el mundo físico", opinó Donohoe.

Funcionarios de Naciones Unidas han comentado que esta es la primera resolución del organismo sobre el tema, pero señalaron que la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), una agencia de la ONU, ha declarado este principio desde el 2003.

Tanto China como Cuba expresaron sus reservas, en el primer caso por los sitios nocivos, y el país caribeño, porque la mayoría de la población mundial carece de acceso a Internet y porque la red es controlada por Estados Unidos. No obstante, los delegados de ambos países se unieron a una resolución que reconoce "el carácter global y abierto de Internet como motor para acelerar el progreso hacia el desarrollo".

Por su parte, el enviado de Túnez, Moncef Baati, destacó que Internet desempeñó un papel vital en la movilización de la gente de su país en la crisis política del año pasado.

Aunque el representante de China, Xia Jingue, apoyó la moción, dijo que los usuarios de Internet, especialmente los jóvenes, también necesitan protegerse de sitios nocivos. "A medida que Internet se desarrolla rápidamente, los juegos de azar en línea, la pornografía, la violencia, el fraude y la piratería están aumentando su amenaza sobre los derechos legales de la sociedad y el público", advirtió.

Cuba, en tanto, ha dicho que el texto no aborda el hecho de que la mayoría de las personas en el mundo carecen de acceso a la tecnología de la información.

"Sólo el 30 por ciento de la población mundial tiene actualmente acceso a este tipo de tecnología", dijo el diplomático cubano Juan Quintanilla.

En una referencia a Estados Unidos, Quintanilla señaló que el texto tampoco "dice nada acerca de la gobernanza de Internet, cuando todos sabemos que esta herramienta es controlada por un solo país a nivel mundial, y esto es algo que obstaculiza el libre acceso a esta herramienta muy importante".