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martes, 14 de febrero de 2017

Los 70 y la permanente falsificación de la historia / Julio Bárbaro


Vale la pena volver una vez más a la década del 70, ya que aquella vocación por el poder absoluto de la guerrilla no parece expirar, y hasta seduce a buena parte de los argentinos

Volvemos a los 70. Vale la pena hacerlo, nada de aquello está cerrado. Los primeros libros fueron a favor de la guerrilla, se inventó la teoría de los dos demonios, y a partir de ella, dado que los militares eran el mal, la guerrilla quedaba instalada en el lugar del bien. Madres y Abuelas ocuparon el espacio de la dignidad, la conducción de la guerrilla terminó su vida oculta detrás de ellas. El kirchnerismo encontró en los restos de aquel socialismo violento y derrotado una excusa para su vocación de poder absoluto. Esa y no otra era la única razón que los unía a la izquierda. En la codicia, el socialismo solo ocupa un lugar decorativo.
Pero aquellos derrotados fueron reivindicados. Parecía una vuelta al error, ahora en su versión de memoria deformada. Y vimos como un poder sin límites morales ni institucionales se convertía en vengador de una derrota mucho más histórica que militar.
La violencia como fenómeno masivo nace con el golpe de Onganía, con la destrucción de la Universidad como "isla democrática" y la expulsión de los científicos que implicaba el fin del proyecto nacional y de la misma democracia. Después de ese golpe la violencia se imponía como único camino a la dignidad. Cuba y el Mayo francés se convertirían en los grandes mitos de mi generación.
El peronismo carecía de vigencia, tanto en la universidad como en la juventud. El asesinato de Aramburu va a permitir el ingreso de una parte de esa guerrilla al movimiento popular. No fue gestada por Perón, fue tan solo un intento de utilizarlo. No olvidemos que los militares habían derrocado a Perón pero también a Frondizi y a Illia; la derecha con su partido militar ejerció siempre la violencia, antes y después de la guerrilla y de López Rega.
No tuvimos la suerte de los uruguayos donde los Tupamaros fueron capaces de hacer su autocrítica, mostrar su talento y su coherencia, y convertirse en el eje de un partido de gobierno. La conducción de nuestros revolucionarios terminó sin el respeto de nadie, sin siquiera poder justificar sus errores   
En plena dictadura Perón recibe a una parte de la guerrilla, quienes le plantean acompañarlo en la recuperación de la democracia. En su retorno les entrega una enorme cuota de poder -basta de ejemplo la secretaría general del peronismo, los gobernadores de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, entre otros muchos. Al poco tiempo esa guerrilla decide volver a la violencia, en el absurdo intento de formar parte del gobierno y asesinar en nombre de la revolución. Y en la soberbia de creerse los únicos responsables de haber recuperado la democracia, al pueblo nunca lo valoraron demasiado.
Fue un absurdo, intentaban al mismo tiempo gobernar y asesinar. Los agredidos, muchos, en especial los sindicatos, iniciaron su acción defensiva. Votamos una ley de represión a la violencia, como cualquier gobierno democrático, ocho de ellos renunciaron a sus bancas. Fui testigo de esa locura, imaginaban la democracia como un escalón o a veces un obstáculo para la verdadera revolución. Eran parte importante del gobierno mientras asesinaban para quedarse como únicos dueños. Su ceguera histórica fue atroz, es absurdo reivindicar su lucha. Se puede admirar su heroísmo y su entrega, a nadie se le puede ocurrir mencionar su proyecto, era tan irracional como suicida. La guerrilla dejó miles de víctimas pero ningún sobreviviente coherente que recupere su legado: tanto dolor para tan pocas ideas rescatables.
La derecha con sus golpes fundó la violencia, y Perón en su retorno intenta impedir la confrontación. Una conducción sin talento ni visión histórica termina asesinando a Rucci. Y el golpe en su atrocidad les devuelve un lugar digno en la memoria. Muchos de ellos lo merecen, somos una sociedad donde más allá de la codicia solo suele habitar el heroísmo.
La Triple A  fue más que un poder oficial, en toda sociedad a los asesinos se les responde con violencia. Hubo muchos agredidos y muchos también respondieron. Algunos acusan tanto a Perón y a López Rega que a uno le queda la duda de si no habrán sido admiradores de Videla. La dictadura fue el partido militar desde siempre, el peronismo lo popular, y muchos intentan inventar una explicación donde denostando a Perón logren inaugurar un espacio para el gobierno actual.
No olvidemos que la izquierda se hace peronista asesinando a Aramburu y deja de serlo asesinando a Rucci. Y los liberales se hacen peronistas con Menem para destruir lo que ni la dictadura se había animado a reventar, y nos somete a la miseria disolviendo el legado de Perón, de Frondizi y de Illia, y hasta el digno intento de Raúl Alfonsín. Esos son los enemigos de la patria, los ideólogos de todos los golpes, los infiltrados en todos los gobiernos.
Para entrar al futuro necesitamos transformar el pasado en sabiduría, para ganar una elección quizás alcance para deformarlo y engañarnos con él. Uno es la salida definitiva, lo otro, solo el patético sueño de los mediocres. Estamos en un buen momento para optar.

sábado, 8 de octubre de 2016

Cómo fue el último cumpleaños de Perón ##


Un día como hoy pero de 1973 el entonces Presidente reunió a un grupo de dirigentes justicialistas en Olivos para una charla que tuvo más de despedida que de celebración

Era el cumpleaños del General. Sería el último, eso era previsible, pero en rigor nadie se animaba a asumirlo.
Ferdinando Pedrini, un diputado chaqueño brillante y luchador, nos invitó a unos pocos a saludar al Presidente. Pensábamos saludar e irnos, Olivos tenía demasiado movimiento. Entramos y nos hizo sentar.
Finalmente nos quedamos más de dos horas, el General quería hablar con nosotros.
Le entregaron algunos regalos caros. Miró el nombre de la joyería para decir, sonriendo, este señor fulano se hizo el día. Le dedicó entonces la atención a un regalo absurdo, inocente y de poco valor de una diputada de Tierra del Fuego, la Señora Fadul de Sobrino.
Y nos habilitaba a hablar con la mirada; era uno de esos hombres distintos, sabios y que infunden asombro y respeto al tenerlos delante. Quería hablar del Congreso. Podría recordar cada palabra, cada frase de ese rato que parecía eterno.
Concentraba la atención como nadie. Nos dijo, "no tenemos dirigencia política, pero producimos alimentos, el mundo los va a necesitar y eso nos ayudará mucho"
Me animé a preguntarle como imaginaba al parlamento y me respondió como si esa fuera la pregunta que había estado esperando.
Primero se autocriticó por no haber entendido antes el lugar del Congreso. Dijo luego: "Necesitamos un parlamento de lujo, que contenga los grandes debates de la sociedad"
Pongan en la primera fila las cuatro o cinco primeras espadas para que conduzcan el debate, detrás los mediocres para que voten, agregó. Y con su reiterado guiño de picardía nos miró sonriendo y nos dijo: "Al fondo pongan a los grandotes, por si un día hay piñas para que peguen".
Y volvió al tema de los grandes debates que la sociedad necesitaba y el Congreso debía contener. A la producción de alimentos, a su industrialización.
A la integración social, al futuro de los argentinos, a los grandes temas que ocuparon su vida. Insistió en el encuentro con las otras fuerzas políticas, en la democracia y el respeto entre todos, en su acercamiento con los viejos adversarios.
Era su último cumpleaños, después de eso ya nunca más reencontraríamos el rumbo, ya todo sería decadencia. Éramos el país más integrado del continente, después de diez y ocho años de frustraciones lo seguíamos siendo. Luego vinieron los concentradores seriales, esos que le echan la culpa al populismo.
Fue un día como hoy que pude despedir al que fue para mí el más importante de los compatriotas, por eso todavía su memoria sigue vigente.

##Julio Bárbaro: Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer.

jueves, 14 de abril de 2016

La agonía del pasado / por Julio Bárbaro (Referente histórico del Peronismo)


La política es el reflejo más expresivo de la situación de una sociedad. En nosotros, cualquiera de sus versiones desnuda nuestra absoluta pobreza. La ambición deglutió a las ideas, la viveza ocupo el espacio de la inteligencia, la queja y el resentimiento fueron haciéndose cargo del lugar de la esperanza.
Néstor Kirchner era un constructor ambicioso pero detallista, capaz de armar un poder enorme que heredó y malgastó Cristina. Un juez exagera su salida del letargo y nos enfrenta a una presencia agresiva del pasado. Cristina, experta en provocaciones, intenta transformar la acusación en un retorno político. Todo es patético: las multitudes soñadas son amontonamientos agresivos, los colectivos siguen siendo imprescindibles, el discurso que intenta convocar aliados olvida que se refiere a los que desprecio desde el poder. Todo transita la secuencia de los que no le asignan importancia a la realidad.
Un ejército derrotado por muy poco se anima a convocar a sus guerreros sin asumir que al hacerlo estará delatando la magnitud de sus desertores. Una congregación de amantes del poder transita el llano convocados por la ilusión de que la derrota sea pasajera. Todo se convierte en ficción, las multitudes que no vienen, el pasado que no retorna, el futuro que se preocupa en ignorarlos. Ellos imaginan forjar su fortaleza en las debilidades de la democracia vigente 0; ignoran que esa debilidad relativa es solo aparente, que además de quienes gobiernan HAY UNA SOCIEDAD QUE SE VA ACOSTUMBRANDO A LA DEMOCRACIA Y A LA LIBERTAD, y eso deja los discursos de Cristina como piezas de museo pero también como duros recuerdos de antiguas pesadillas.
Cristina le habló a sus fieles seguidores, a esos que fue convirtiendo en una secta. Podemos imaginar cuántos sintieron rechazo frente a este acto de iniciados, donde a nadie se le ocurrió en seducir adversarios. El fanatismo en el poder impone miedo, pero en el llano solo engendra desprecio. Gastan plata y energía en espantar votantes, fruto indiscutible de la soberbia convicción de los sectarios.
La fe es necesaria en la religión, la pasión es imprescindible en el deporte, la razón es necesaria en la política. Los dogmas solo expulsan a los que dudan y los fanatismos derrotados son tan solo convocantes del resentimiento. La presencia de Zaffaroni junto a Cristina mostraba a las claras que hasta la confrontación con la Dictadura fue un invento para convocar distraídos. Ya no son mayoría, y ni siquiera son coherentes.
Ayer Cristina nos mostró un pasado del cual ella misma nos ayudó a alejarnos. Solo quedó claro que eligieron el camino del partido pequeño, sectario y excluyente, de la fuerza de los que se creen superiores, vanguardia iluminada. Hasta algunos sintieron miedo, para la mayoría resulto patético, y, para ellos solo dejó en claro la decisión de no volver más al poder. Después están los logros y desaciertos del nuevo Gobierno, pero esa si es harina de otro costal.



martes, 23 de febrero de 2016

La política está encerrada por los rencores (Escrito en 2012) ***





Las heridas del pasado tanto nos pueden servir para crecer en sabiduría como para lastimar y desarrollar el resentimiento.

Nuestra sociedad vive hoy la amargura del que percibe un retroceso. Néstor Kirchner pudo convertir la debilidad de tener menos votos que Menem en la fortaleza de un gobierno que nos sacó del miedo al futuro. Hoy(2012), la presidenta Cristina Kirchner corre el riesgo de invertir aquel proceso y convertir una mayoría digna en el camino a una sociedad fracturada . El Gobierno tuvo aciertos indiscutibles, pero no alcanzan ni remotamente para justificar las debilidades que nos apabullan. Ni en el transporte público ni en la inseguridad, ni en la estabilidad de la moneda ni en la transparencia de la gestión, en ninguno de los rincones de la realidad se encuentran logros que sostengan la soberbia y la agresividad del discurso actual.

Pareciera que la Presidenta que obtuvo hace menos de un año una digna mayoría hubiera decidido transitar otros rumbos, como si la ausencia de una sólida oposición la impulsara a un personalismo que ocupa los espacios de la democracia . Aparece el resentimiento de los setenta , una concepción de los derechos humanos que intenta proyectarse como opción política, una mirada para la cual los enemigos son más necesarios que los objetivos . Y muchos de los que supimos con dignidad transitar el dolor de la peor dictadura nos separamos hoy marcados por la indignidad de los que no son capaces de respetar nuestras disidencias.

El discurso presidencial define los espacios donde habitan los buenos y los malos, la disidencia se va convirtiendo en enemistad, la democracia se diluye en el enfrentamiento con cada figura pública que pueda competir en el futuro.

La política se reduce a la expresión de los fanáticos : si el General nos indicaba no ser “ni sectarios ni excluyentes”, hoy se imponen sus críticos que despliegan una mirada donde la obediencia y el aplauso son el lugar obligado para no caer en la traición o en el campo del enemigo. Cuando los convencidos exageran sus convicciones los oportunistas suelen proliferar con sus silencios.


Necesitamos valorar las expresiones de los que cuestionan para no caer en la pobreza del espacio de la obsecuencia . Un conjunto de justificaciones y resentimientos intentan ocupar el lugar de encuentro que nuestra sociedad necesita. La Presidenta puede elegir el camino de pacificar y convertirse en la figura indiscutida que tanto necesitamos, o caer en la prisión de los desesperados por el cargo y devolvernos a una nueva frustración. Ella está en condiciones de elegir, y nosotros, obligados a apostar a lo mejor.

No era necesario sembrar tantos odios para tan poca justicia.

A veces la fractura social es más dañina que el dolor que intenta calmar con su placebo.

***Julio Bárbaro: Referente Histórico del Peronismo

lunes, 25 de enero de 2016

Restos del Naufragio….

Restos del naufragio kirchnerista, no militantes / Julio Bárbaro
Un término antiguo que se fue vaciando de sentido, que no pudo conquistar un nuevo significado y que hace tiempo perdió el original. Se refería a una etapa de la juventud, al tiempo donde el romanticismo convocaba a la entrega, donde todavía se enfrentaba la tentación del egoísmo y se luchaba por un mundo mejor. La militancia era una manera de transitar la vida pensando –principalmente- en los demás. Era sentirse dueño de un bagaje ideológico digno de enamorar al resto de la humanidad. Hay muchos que transitan esos sueños en el mundo religioso y tocados por la fe salen a difundir su verdad. Militante era ese que se sentía dueño de un mensaje para difundir; era un habitante de la utopía, un dueño de los sueños siempre cercano a la misma demencia o al menos a ser sospechado de habitarla.
Eran tiempos de grandes transformaciones o al menos, de difusión de la esperanza en lo nuevo. Tiempos del Mayo en París y del Cordobazo, etapas donde uno pertenecía principalmente al club de las ideas, desde la pasión de los trotskistas hasta la misteriosa pertenencia al Partido Comunista y luego los curas del tercer mundo para que los católicos no nos sintiéramos menos. Siempre recuerdo que la seducción veinteañera se iniciaba con la eterna pregunta"¿en qué grupo militas?" y uno explicaba orgulloso sus pasiones y sus lecturas, su pertenencia y sus imposibles. Tiempos donde se seducía con la ideología, cosa que ahora se suele atravesar con el horóscopo y la música.
El marxismo tuvo mucha presencia en nuestras vidas. Aún en la de aquellos que no lo asumimos como guía, su peso abarcaba buena parte del tiempo de nuestros diálogos. Había aparecido un libro, "Diálogo de la época: católicos y marxistas", que evocaban las palabras de mi amigo el Padre Carlos Mujica: "Lo importante no es si existe o no existe el Cielo, lo importante es que debemos terminar con este infierno". Enfrentábamos a la cúpula de la Iglesia, a la dictadura que nos gobernaba, a misma Universidad en la que estudiábamos.
Personajes de "La condición humana" de André Malraux en la novela; en el cine, "La Batalla de Argelia" de Gillo Pontecorvo o la humildad de Marcelo Mastroianai en "I Compagni": la novela, el cine y la vida nos imponían ejemplos de quienes se sentían portadores de una profecía.
De aquellos militantes ninguno se hizo rico, se desclasó, terminó su vida mezclado entre la clase social de los triunfadores. Sus sueños no se hicieron realidad pero eso no impidió que siguieran luchando por conservar su coherencia. Algunos nos van dejando con el paso del tiempo, otros se fueron en manos de los represores pero, todos fueron exigentes con sus propias conductas, cultores de la solidaridad, de esa forma de vida que habían elegido transitar. Decididos a ser, esencialmente, buenas personas.
Algunos confunden aquellos sueños con las pasiones de la hinchadas de fútbol, creen que es lo mismo militar que "defender los trapos". La militancia es una pertenencia que se realiza en el sueño de universalizar las propias convicciones, de sentirse forjador de un "hombre nuevo". Es la idea la que engendra la pasión. Surge del desafío de grandeza que nace del amor al semejante, suele agonizar en el resentimiento de los violentos y los fanáticos. En el prólogo de "Retrato del aventurero" Sartre desarrolla la relación entre el aventurero y el militante.
Nuestra militancia se llevó muchas vidas, demasiadas, sin dejarnos siquiera portadores de esa sabiduría que el "Pepe" Mujica supo forjar para unir a su pueblo, para convertir el dolor del pasado en abrazo y triunfo político de hoy. Parecido fue Lula en Brasil y la actual Presidenta de Chile. Nosotros nos quedamos sin autocritica y en consecuencia seguimos teniendo el pasado en discusión, con mucho resentimiento pero sin suficientes ejemplos de vida militante dignos de ser imitados.
Si, como dicen algunos, en las elecciones ha triunfado la derecha, es hora de que se hagan cargo de los enormes errores de esas supuestas izquierdas, de esa caterva de fanáticos resentidos que sólo logran inventando enemigos forjar los rasgos de su propia identidad.
Los militantes eran soñadores y a los sueños, la ambición y el resentimiento los convierte en pesadilla. No hay militantes sin utopías. Aprendamos a no utilizar su nombre para disfrazar intereses. La memoria de los militantes merece respeto, sintamos la obligación de ejercerlo.

jueves, 22 de agosto de 2013

Un mundo de fantasía demasiado caro / por Julio Bárbaro




Somos testigos mudos de una guerra entre los medios del Estado y los privados. Un gobierno que llegó al poder y creció en prestigio sin necesitar oficialismos rentados giró 180 grados cuando comenzó a percibir las dificultades de su relación con la sociedad. Así, en lugar de asumir la autocrítica, prefirió echarle la culpa al mensajero y, bajo la supuesta voluntad de ampliar los actores de la comunicación, hizo que su mayoría parlamentaria votase una ley que impuso el avance de los medios oficialistas en todas las áreas. Un camino seguro para el error: canalizar una enorme masa de recursos hacia los medios propios y aliados, de manera tal que los críticos quedasen obligados a un debate con el ejército de leales pagos. Alguna vez en el futuro podremos tener una idea de las sumas de dinero que se gastaron en semejante engendro, e imaginar -por ejemplo- cuántas viviendas populares se podrían haber construido si no se hubiera decidido gastar esos fondos en voces de dudosa utilidad pública.
La creencia oficial parte de simplificaciones de dudoso tino: el veredicto de que todo lo que sobrevivió a la dictadura la integró, la teoría según la cual los medios privados imponen su ideología a la sociedad, la convicción de que los argentinos carecemos de capacidad crítica para opinar libremente.
Este absurdo se agiganta cuando el Gobierno se arroga el rótulo de peronista, cuando el movimiento que fundó Juan Domingo Perón nunca necesitó de una ley de medios para llegar o sostenerse en el poder. Sólo una inocente expresión del inconsciente puede permitirle al Gobierno esa usurpación de la historia de una fuerza ajena, a la que en realidad cuestiona, para hablar desde el eterno fracaso de las minorías que se creían lúcidas, pero jamás emergieron de las aguas de la derrota. Nunca esta sociedad se dejó llevar de las narices por nadie. Como todo en el capitalismo, los medios también tienden a la concentración y el Estado debe cumplir el papel de impedirlo o al menos de limitarlo con normas. Pero nunca pude involucrarse en el terreno de la comunicación como un simple competidor más. Y menos aún -como el gobierno actual- crear otra concentración exagerada. Ésta, al servicio del oficialismo, combina el control directo de los medios oficiales y el indirecto, por medio de empresarios subvencionados que no son sino sectores ligados al fracaso en el mundo privado, que se acercan al Estado para obtener de él, sin más trámites, los recursos que el resto consigue en la contienda por la audiencia.
Así se forja un mundo de fantasía que deriva recursos ilimitados al servicio de causas discutibles e inventa que el éxito privado encarna una traición a la pretendida ideología de la lealtad a un modelo que parasitan. Una figura que se autodenomina periodista -sólo porque escribe a pedido o se planta frente a un micrófono o a una cámara a repetir un discurso vacío para conformar a una audiencia casi inexistente- recibe fortunas del erario y sale a confrontar con otros que imponen su éxito de público y su prestigio social por sus propios valores. Estos subvencionados con fortunas públicas, como pierden en la guerra de las audiencias, se refugian de sus papelones en fanatismos inventados y animadversiones que, al no poder justificar, reemplazan por sentimientos como el odio. Este invento del oficialista rentado, además, sale caro: no se llena con poco los bolsillos personales de estos obsecuentes profesionales.
¡Qué interesante resulta observar que este esperpento, decidido a convertir en sostén ideológico una mezcla de resentimiento y fuertes ingresos, es el mismo que surgió ayer fruto de un triunfo democrático! Se vuelve difícil -si no imposible- hallarle sentido a esta convocatoria de minorías selectas por parte de un gobierno que supo obtener mayorías electorales.
Por haber sido parte de este proyecto, siento que sé dos cosas: la primera, que logró su éxito cuando obtuvo el consenso de los medios libres; la segunda, que inició su decadencia en el mismo momento en que canalizó los recursos públicos hacia la construcción de este tedioso universo de medios oficialistas, estatales o con disfraz de privados. Hemos podido mensurar el alejamiento de la audiencia de un medio en el momento mismo en que lo adquiere el imperio oficialista. Hemos acumulado ejemplos de medios inventados que, carentes de público, sólo se explican por los salarios y las ganancias que generan al privado en connivencia con Balcarce 50. Los fondos públicos se transforman en ganancias privadas, mientras muchos de los que pregonan la buena nueva de cuánto disminuyó el número de pobres según el Indec se terminan volviendo ricos.
El Estado ha apelado al resentimiento de los fracasados y a la codicia de los que nada tienen que perder: así gasta fortunas en la construcción de un presunto relato que otorga virtudes a una realidad que no las tiene tan a la vista. La dimensión de lo invertido alcanza tal magnitud que no resulta exagerado pensar que, de haberlo canalizado en la obra pública, habría gestado el anhelado triunfo electoral que los aplaudidores alejan.
El gobierno que venga deberá desarmar un complejo mundo de injusticias mediáticas. Acaso tengamos que agradecerle a esta vocinglería oficialista a sueldo que nos haya dado un empujón para terminar de rechazar al autoritarismo. El oficialismo logró un resultado electoral que ronda la mitad de los votos obtenidos en el sufragio anterior. Sus medios y sus pseudo pensadores realizan un esfuerzo denodado para explicar que el poder es eterno y la derrota dudosa y pasajera... sólo el autoritarismo puede figurarse que, si algo no le pertenece, ocupa el espacio del mal. Esa es la mirada que, en esencia, proyectan los medios oficialistas.
La Presidenta se sigue expresando como dueña única de la verdad. Más lo hace y más claro queda que los opositores ocupamos el amplio espacio de la democracia que urge recuperar: aquel en el que caben todos los que tienen o necesitan otras miradas, todos los que piensan de modo diferente.
Y cuando la Presidenta o sus sometidos expresan que la oposición se sostiene por la aplicación limitada de su ley de medios, nos dejan la idea de que para ellos sólo el mensaje presidencial y el discurso que le hace eco cuentan con el derecho a ser transmitidos. Mientras ellos sueñan que, de haberse impuesto la normativa en su totalidad, al Gobierno le habrían llovido los votos hasta la mayoría absoluta, otros creemos en el pueblo y sabemos que la democracia es una conciencia que los medios no pueden modificar, mucho menos cuando a demasiados los concentra un poder autoritario.

jueves, 27 de diciembre de 2012

La ley de medios esconde un autoritarismo provinciano

Al convertirse en una norma aplicable a la realidad del universo mediático, la polémica ley de medios exhibe su llamativa desnudez. Se trata de una ley en cuyo nombre los discursos ocuparon el apabullante espacio del progresismo sin oposición a la vista: parecían referirse a un dogma de fe, a un avance que iluminaba el camino de otras naciones en busca de su libertad. Y de pronto ese futuro delata su identificación con el peor pasado, el de las dictaduras estatales que aplastaban las opiniones de los que no aplaudían, de los que se animaban a disentir.
El objetivo repetido hasta el hartazgo es multiplicar las voces, pero el resultado a la vista es la uniformidad del pensamiento a partir de la imposición del Estado. Una ley que surge de teóricos que entienden que detrás de todo poder económico se encuentra el mal -sobre todo si se trata de los poderes que opinan- muestra marcada vocación de asociación con aquellos que callan. Así, el Estado viene a demoler supuestas corporaciones y monopolios, a utilizar la democracia como excusa para acallar a todo adversario al que el Gobierno, en su fanatismo, reduce al lugar de enemigo. Se trata de un simple y remanido estatismo que se autoasigna el lugar de la libertad.

Durante mi gestión en el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) otorgamos alrededor de 2500 licencias de radios de corto alcance a todo lo ancho y largo del territorio nacional, utilizando el sentido común y la voluntad política de hacer efectiva la pluralidad de voces y, lo que es importante señalar, sin contar en ese tiempo con la progresista ley de medios, ya que no era necesaria para asumir que donde hay espacio en el espectro hay derechos a ocuparlos con un medio.
Paradójicamente, mis sucesores en el cargo, desde Gabriel Mariotto hasta Martín Sabbatella, han continuado otorgando licencias de radio en trámites iniciados durante mi gestión, bajo la normativa de la ley 22.285. Durante estos últimos tres años no sólo no han entregado aún licencias audiovisuales con la nueva ley, sino que han dejado sin efecto los concursos para la TV digital que habían sido convocados con un dudoso criterio de "pluralidad", a la luz del altísimo costo de los pliegos. Es decir, la pluralidad de voces se ha venido haciendo realidad aplicando la normativa anterior.
La ley surge del resentimiento de muchos que imaginan que sus propias opiniones son más valiosas que las de quienes, desde los medios, confrontan con sus ideas
Visité personalmente comunidades de pueblos originarios para ayudarlos en el desarrollo de sus propias radios. Jamás se me hubiera ocurrido que esa gestión requiriera del sustento de una ley. Por la dimensión de esas comunidades, las cosas se resuelven con unidades de corto alcance.
Cuando asumimos me tocó ocuparme del canal 10 de Tucumán; había sido otorgado a la Universidad, que lo había convertido en privado cuando no tenía derecho a hacerlo, como ocurrió con otros medios en manos del Estado o entidades sin fines de lucro que, al perder su audiencia, dejaban de generar interés en su explotación. Por eso, crear una cantidad de medios oficialistas sin que tengan relación con la audiencia implica destinar recursos, que tanto nos faltan para urgencias concretas, a tareas que sólo satisfacen las necesidades del oficialismo de turno.
La ley surge del resentimiento de muchos que imaginan que sus propias opiniones son más valiosas que las de quienes, desde los medios, confrontan con sus ideas. Así se crean cantidad de medios oficiales, y así se ha producido la conversión a la religión oficial de Canal 9 y Crónica TV, C5N, para no mencionar la neutralidad apolítica de Canal 11. Y otro tanto sucede en el mundo de las radios.
El oficialismo ataca por medio del Estado y sus amigos del mundo privado, beneficia voces amigas con pautas publicitarias y otras caricias, mientras persigue a los díscolos con todas las armas a su alcance. Y mantiene licencia única para las Telefónicas y Direct TV, obligando a los cables a tener una licencia por cada servicio. Una forma de discriminar y poder seleccionar enemigos
Vemos una pulseada entre el Estado y el ámbito privado, en la que los funcionarios se atribuyen la representación de los humildes sólo como consecuencia del resultado electoral
Entre el Estado y los privados apareció de pronto la Universidad, y la propuesta surgió alejada de toda experiencia en el tema, como no fuera cierto conocimiento teórico habitualmente alejado de las redacciones y las salas de edición. Es innegable que el peso del Grupo Clarín era demasiado para el resto de los competidores; escuché durante mi gestión expresiones en este sentido. Lo absurdo es el desarrollo de semejante ley para imponer los límites necesarios. Es cierto que el Gobierno tenía los votos, tanto como que Clarín tenía una parte importante del negocio audiovisual que se reflejaba, también, en una porción de la audiencia. Y al margen de las virtudes y defectos del supuesto destinatario, no podemos negar que la audiencia merece respeto como tal y no en cuanto potencial masa de votantes; la ley se olvida de ella en lo que se refiere a su libertad para elegir la programación; salvo que nos creamos con el derecho de enseñarle a la gente a pensar, con el fin de que nos vote.
Y aquí vemos una pulseada entre el Estado y el ámbito privado, en la que los funcionarios se atribuyen la representación de los humildes sólo como consecuencia del resultado electoral. Y luego intentan continuar su lucha a través de la Justicia, como si el 54% de los votos les asignara el ciento por ciento del poder. Todo el que no los obedece pertenece al espacio de las tinieblas, monopolios y corporaciones, derechas y representantes extranjeros.
La ley de medios no vino a democratizar el espectro. Vino a imponer el peso del Estado sobre el resto del poder privado, sobre la misma sociedad. Detrás de ella hay un complejo acercamiento de fanatismos, un autoritarismo provinciano que se encuentra con sectores de viejas izquierdas y grupos intelectuales para engendrar una rara trama donde el Gobierno ofrece sus espacios rentados y las lealtades justifican, siempre a posteriori, las ocurrencias del oficialismo.
En definitiva, la ley de medios vino a expandir el espacio rentado de los oficialismos, a forjar costosos espacios radiales y televisivos donde los aplaudidores se expresan a su gusto, sin temer el riesgo de escucharse a sí mismos, con un organismo, la Afsca, que va creciendo de gestión en gestión al sólo efecto de poder controlar los contenidos y someter administrativa, comercial y financieramente al tercio privado de emisoras que no se encolumna con la cadena oficial de medios.
El dinero es del Estado, los costos son un detalle y las audiencias, un problema de las corporaciones. El oficialismo no necesita de alguien que lo escuche, pero sí quiere que no sean escuchados sus opositores.
Tenemos una ley de medios que en su ejecución se asemeja al conflicto con la Justicia: de un lado, un gobierno que intenta imponer su autoritarismo con pretensiones de ideología; del otro, una sociedad que se defiende y no está dispuesta a dejarse doblegar.
Al final del túnel se encuentra la verdadera luz de la democracia. Vale la pena forjar en este tiempo una alternativa digna que nos permita recuperar el orgullo nacional.


miércoles, 10 de octubre de 2012

Ley de medios (….una ley para limitar a la democracia…) / por Julio Bárbaro **


Una ley (26.522) forjada contra el supuesto monopolio privado que culmina en monopolio estatal.

Sirvió para profundizar la división de la sociedad. Hay una cadena de medios oficialista y otra opositora. En la oficialista agreden y cuestionan a los que opinan distinto. Transitan la bajeza con la excusa de la revolución. Canal 9 y Radio Continental siguen siendo extranjeros. Cristóbal López compra Radio Diez cuando le la ley lo prohíbe. Canal 9, Crónica TV y C5N pasan al campo oficialista sin que la ley se dé por enterada.
El servicio complementario, mediante la licencia de TV por cable, ingresa a la ley solo para agredir a Clarín. Una licencia de Telefónica o Direct TV abarca todo el país, mientras que al cable se lo limita a 24 ciudades. La Presidenta habla en cadena nacional y en exceso, y le molesta la democracia, a la que se refiere como "la cadena del desánimo". Una ley de medios que ni respeta a la Justicia. La excusa era terminar con los monopolios, pero el objetivo es acallar a la disidencia. Es una ley para limitar a la democracia.
Estatismo en los medios de comunicación con liberalismo sin límites en las tragamonedas y la hotelería del Calafate, no suena a progresismo, solo a autoritarismo de derechas. La ley confunde micrófonos con audiencias, cada medio que cae en manos del Estado comienza a espantar a sus seguidores. Y no respeta al pueblo, al que nunca manejaron los medios. Los resultados están a la vista, el Estado y sus aplaudidores avanzaron, los medios libres fueron cayendo en la batalla.
El autoritarismo no tiene ideologías, solo las usa para justificarse.

** Ex interventor del COMFER

miércoles, 27 de julio de 2011

Un límite a la soberbia del poder / por Julio Bárbaro ** [Opinión]


Un límite a la soberbia del poder: fragmentos escritos por el ex diputado del PJ. Julio Bárbaro,donde describe con sapiencia las manifestaciones desopilandes, discriminatorias, y elitistas del OraKulo intelectualoide oficialista.

De nuevo en Santa Fe, los resultados de una elección son devaluados por los representantes de la oligarquía intelectual del kirchnerismo, que no por ser, a veces, culta es menos soberbia. El Gobierno salió tercero y tendrá que asumir que el mal trato y el peor humor no le están sumando simpatías.

El pueblo tuvo un tiempo donde pegó un alarido ("alpargatas si, libros no") , que no era, como se hizo creer, una diatriba contra el papel escrito, sino apenas un recurso para expulsar a quienes la lectura los hacia creer superiores.
A veces la vida nos vuelve mucho más sabios que los libros. Ni Lula ni Pepe Mujica salieron de los claustros, y ellos pensaron en su pueblo en serio. Ni Evita, que lastimaba el paradigma de las cultas de buena familia, y hoy la alaban sin siquiera recordar lo importante de su mensaje y de su vida.

Es un lugar común decir que la universidad aporta talento y profundidad, en tanto el espectáculo sólo muestra cierta decadencia social. O sea que unos nos educan y otros nos degradan.
El inventor del término "tinellizacion" debe ser un filósofo griego que retornó del pasado. La concepción es simple: los señores de la UBA o de FLACSO son los únicos que tienen un proyecto, y el resto de los mortales nada que decir.
Me recuerda cuando nos importaban doctores de Harvard o de Oxford, que la tenían tan clara que nos llevaron a la quiebra. Claro que ahora los leídos son progresistas, de esos que no fallan.

Quisiera que me explicaran qué milagro lleva a que los supuestos intelectuales entiendan al pueblo más que los actores y los humoristas, o quién diablos nos dijo que la justicia está toda a la izquierda de la pantalla, y la mentira a la derecha del televisor. Que los que defendieron a Stalin y devaluaron al peronismo, tengan algo para aportar en esta etapa donde se disfrazan todos de peronistas, pero ni se atreven a nombrar al General. Que entre los que nunca nos quisieron y los expulsados de la Plaza se encuentran la superación de nuestra historia. ¿No sería mejor olvidarla que utilizarla de esta manera? Esta noción de que los cultos universitarios son superiores al resto de la sociedad y que ellos son derrotados por el mal expresado en la cultura del espectáculo termina poniendo las cosas en su lugar, mostrando que se llenaron de soberbia para cubrir la escasez de talento.

El peronismo fue la expresión popular y los que no entendieron al General tampoco pudieron entender a su pueblo.
Ni el odio ni el resentimiento fueron partes de nuestra historia, ni mucho menos la soberbia y la critica a los votantes. Tampoco fuimos una fuerza que escuchaba al General y no le discutía nada. El diálogo era desde el balcón y los que interactuaban eran trabajadores, no funcionarios, y concurrían allí por ellos mismos, no necesitaban colectivos que los acercaran.

Finalmente, si los humoristas sacan muchos votos será porque los políticos tienen pocas ideas y peor humor. Demasiados rencores para tanta pobreza de proyecto, y demasiado enojo para el resultado que supieron gestar. Hoy esos votos significan sólo un límite al poder del Gobierno. Si no aprenden, puede terminar en fin de ciclo.


** EX DIPUTADO NACIONAL DEL JUSTICIALISMO


Buenos Aires; 26 de julio de 2011